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las rabietas



Esta semana queremos hablaros sobre las rabietas infantiles. Seguramente una de las cosas más complicadas a la hora de lidiar con vuestros hijos o alumnos, es enfrentarse a situaciones en las que los niños tienen una reacción intensa o desproporcionada ante una carga alta de emociones desagradables, debido a que no saben cómo gestionarlas y canalizarlas.


Hoy nuestro objetivo es explicar el porqué y el cómo se producen las rabietas, y dar pautas a llevar a cabo durante y después de que se produzca.


Una rabieta es la forma que tienen los niños, de entre 2 y 5 años, de manifestar su frustración, ira, enojo, miedo y otras emociones desagradables. Estas emociones las experimenta de forma intensa y su manifestación es igual de intensa y frenética en algunas ocasiones. Suelen expresarse a través de gritos, tirándose al suelo, llorando, lanzando objetos, pataleando…


Estas reacciones suelen producirse cuando se encuentran ante una negativa, cuando no consiguen lo que desean, cuando intentan conseguir más autonomía o al regañarles por algo que han hecho. En algunos niños también se producen cuando aprenden que de esta manera acaban consiguiendo lo que quieren, y lo utilizan como estrategia de manipulación. A excepción de este caso, aunque a los adultos nos incomode la situación, nos enfade o nos bloquee, debemos saber que ellos no intentan molestarnos, sino que por la falta de recursos de control emocional no saben cómo gestionar sus emociones.


Debemos entender que a estas edades son reacciones emocionales normales por su falta de capacidad y que se pueden producir de forma frecuente u ocasional. Deberían ir disminuyendo y desaparecer sobre los 6 años, ya que es a esa edad en la que encuentran estrategias más adecuadas de manejar sus emociones.


Pero es importante que nosotros los acompañemos y ayudemos a encontrar formas más adecuadas de actuar cuando sus emociones son tan elevadas e intensas.

Es importante que como padres y educadores aprendamos a identificar en qué momentos se producen y cuál es el motivo de las mismas.


Una de las cosas más importante, es que durante su manifestación mantengamos la calma. Debemos evitar elevar la voz o gritarles, pegarles o excitarnos en exceso ya que el niño aumentará su nerviosismo y sus reacciones. De esta forma nosotros le estamos mostrando que hay otra forma de actuar y otra forma correcta de gestionar la frustración, seremos su modelo y ejemplo.


Debemos permanecer a su lado acompañándolo, entendiendo que está sufriendo pero sin ceder ante sus deseos y exigencias.


Para poder hablar con ellos debemos esperar a que el niño se haya calmado, ya que cuando las emociones son demasiado intensas no podemos razonar ni pensar con claridad. Si les intentamos dar explicaciones mientras está en ese estado no nos estarán escuchando. Ser compresivos es importante, entendemos el motivo de su rabieta pero le explicaremos que no nos gusta y no nos hace sentir bien la forma de manifestarlo y que hay otras formas más positivas, siempre adaptándonos a su nivel de madurez emocional.


Escucharlos es importantísimo y para ello lo mejor es que nos pongamos a su misma altura para que se sientan más escuchados y comprendidos. Debemos utilizar un tono cálido y mostrarles nuestro afecto. Hay que darles su espacio para que nos expliquen qué han sentido y qué ha sucedido. Cuando son pequeños somos nosotros los que podemos exponer lo que creemos que ha sentido y ha sucedido, para que empiecen a ver como ponemos en palabras sentimientos y emociones.


Muchas veces tendemos a decirle que no es bueno que lloren o se enfaden y les decimos que se calmen. Pero lo importante es explicarles que no hay emociones negativas, algunas son desagradables como la tristeza o la ira, pero todas son necesarias y adaptativas, pero debemos aprender como manifestarlas de la mejor manera posible para no herirnos a nosotros mismo ni molestar a los demás. Les mostraremos alternativas a su forma de actuar para cuando se vuelvan a sentir del mismo modo.


Aislarlos o mandarlos a su cuarto tampoco es una buena alternativa porque los estamos castigando ante sus emociones desagradables. Debemos darles herramientas y recursos para que vuelvan a la calma como os comentamos en nuestra entrada sobre el rincón de la calma. Algunos recursos interesantes son la botella de la calma, pintar o colorear mándalas, el dibujo libre, romper hojas de revistas o periódicos o algún libro que trabaje las emociones como El Emocionario o El Monstruo de colores.

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